Margot la Fee

domingo, octubre 15, 2006

Sin querer queriendo una confesión

Hoy me confesé, no sé si en realidad lo quería y la verdad es que me sentía bastante complicada mientras acompañaba a mi papá en el sector de las confesiones, en el Santuario de Santa Teresa. Él ya estaba adentro cuando yo llegué a buscarlo. No había nadie más, sólo yo, las bancas, en frente una muralla pintada simulando escaleras, y unas frases a los costados que jamás me detuve a leer. Ya había decidido que no me confesaría, para qué si yo sabía las cosas que andaban mal, y era obvio que el curita me pondría como penitencia remediarlas, cosa que simplemente no puedo.
Aún así, estando allí sentada me cuestioné una y otra vez si debía confesarme o no. Finalmente salió una señora de las salitas de confesión y dejó la soberana puerta entreabierta. Los ojos del sacerdote carmelito o tal vez franciscano quedarón frente a mí. Logré esquivarlos por diez segundos. Luego él se levantó y abrió totalmente la puerta, queriendo decir: "Está abierto, pasa!!!". Logré esquivar sus miradas otros cinco segundos. La otra gente que había llegado al lugar definitivamente no se sentía aludida.
Pasado los cinco segundos, mi soberano cuerpo caminó solo y se sentó frente al cura. Él me miró y yo esperaba tener que cumplir con el rito y decir: "Sin pecado concebida", ya no sabía a qué hora debía decirselo y finalmente no lo hice.
A regañadientes empecé a decirle mis pecados, de los más suabecitos hasta llegar a lo que finalmente me interesaba. Y bueno como era de esperarse me empezó a retar un poco. Yo le rebatí una que otra cosa, él por supuesto veía todo muy claro, como toda la gente que mira desde afuera. A medida que pasaban los minutos me fue cayendo un poco mejor, pero no comprendía su afán por hacerme entender a la fuerza cosas que yo racionalmente ya entendía.
Opté por escucharlo y asentir con la cabeza. Al final decidió recitarme un poema cursi, pero verdadero. O en una de esas era un refrán y él me lo vendió por poema con su acento peruano, o tal vez colombiano, o en una de esas mexicano. "Si tienes un amor déjalo ir, si vuelve es porque es tuyo, si no vuelve es porque jamás fue tuyo", dijo entre sus ademanes.
Puso sus manos sobre mi cabeza, repitió las palabras mágicas, me absolvió y sentenció: "Ahora ve y sale del fango en el que estás metida".